Muchas emociones concentradas en dos días. Quizás, demasiadas. Si
después de cada Campeonato de España el puzzlero social se pasa varios
días en las nubes recordando los momentos insuperables que ha pasado,
imagínate si ese mismo aficionado es parte participante del Primer
Campeonato Mundial de Puzzles que se ha celebrado desde que John
Spilsbury a mediados del siglo XVIII inventase esta obra maestra del
juego. La principal emoción, la de poder competir a tiempo después de
haber sido operado de una hernia tres semanas antes. Por ello, ya había
ganado antes de empezar.
Me considero un deportista competitivo. Muy
competitivo. No me gusta perder a nada. Desde que era pequeño, me
tomaba cualquier envite en el que hubiese algo en juego como algo
personal. Me costó mucho canalizar esa energía de manera positiva,
porque los disgustos que me cogía cuando alguien me ganaba eran de
órdago. Cuatro décadas más tarde, no he cambiado nada en eso, pero el
autocontrol ha logrado maravillas. Por ello, para mí cualquier
campeonato en algo en lo que sea competente es no solamente una
oportunidad de autorrealización, sino una necesidad. No puedo
sencillamente estar sin competir. Quizás suene bastante radical, pero a
estas alturas de la película, ya no voy a cambiar.
Por ello mi
admiración absoluta para todos aquellos puzzleros que quizás tengan
menos habilidades de velocidad y van a las pruebas con la única
pretensión de pasárselo muy bien y mejorarse a sí mismos, encontrar una
motivación así me parece increíble. Claro está que está la delicia de
encontrar a todos esos incondicionales a los que consideras
prácticamente una familia puzzlera, como el “Gens una sumus” del
ajedrez, y en eso todos coincidimos.
No había estado nunca en
Valladolid, salvo de paso en un viaje hacia Galicia de hace dos veranos,
pero ni siquiera paré. Simplemente la atravesé con el coche por un
error de orientación que me hizo salirme de la autopista. Dediqué los
dos días extra que me cogí a conocer un poco la ciudad del Pisuerga.
Entré en el histórico pasaje de Gutiérrez, con una tienda de puzzles que
increíblemente cerraba la semana entera por descanso, comí en El Corcho
una de bacalao rebozado (increíble, hacía tiempo que no probaba algo
tan bueno), me deleitaba con el Jukebox gigante de gresite de la Plaza
de España, donde se celebra el concurso de Ángela Segarra, me colaba en
el Estadio José Zorrilla, compraba camisetas azules para la Maratón a
saldo en el Carrefour de Parquesol (con otra visita a la tienda de
puzzles que hay allí), hacía un amago de entrar en el Museo de
Esculturas, visitaba la Plaza Mayor, entraba en una Casa del Libro (no
soy yo si no me meto en una librería a leer de gorra) y visitaba un
Mercadona para comprar mis panes dietéticos.
Entrando en el Primer Mundial de Puzzles en sí, resultado de la visión futurista hace una década del Presidente de AEPUZZ
Alfonso Alvarez-Ossorio García de Soria
(no se cayó de cabeza sobre el lavabo como Doc Brown, pero también ha
contribuido a que el mundo sea mejor), el principal pensamiento de todos
los asistentes era la de una gigantesca incógnita. Treinta y ocho
países, setecientos participantes. Se congregaban todos los favoritos,
salvo el matrimonio francés De Goncourt, la bicampeona de España Lina
Ivanova y la mexicana
Emma González
“Speedy”. Pero era la primera vez que todos los “cracks” se verían la
cara directamente en una contienda fuera de las 24 Horas de Hannut. En
el ambiente flotaba un favoritismo de la expedición rusa, que ellos
mismos habían manifestado en su grupo de Facebook (qué gran invento el
traductor de Google) y seguramente tenían motivos sobrados para creerlo a
tenor de sus arrasaduras en Hannut y en España en el último bienio.
Personalmente yo tenía muchas dudas de que ellos fuesen a ganar en las
pruebas por parejas e individual porque los puzzles eran inéditos, y mi
pronóstico tenía color español en los dúos (concretamente en Las Anas) e
inglés en la prueba de solo ante el peligro, concretamente en Sarah
Mills, un portento que arma puzzles de mil en dos horas. Y no me
equivoqué en el concepto, ya que el premio de la maratón voló por encima
de los Urales a Nobosibirsk, el de parejas se dividió entre Algeciras y
Soria gracias a otro hito inconmesurable de la pareja de
Demelza Becerra y
Angel Heras,
que volvió a golpear en el mejor momento posible, y a la república
Checa por parte de una simpática Jana Hanzelkova, cuya felicidad era
total al subir al escenario. ¿A quién no le gusta ser el primer campeón
en algo tan grande? “Tuve suerte. Hay días en que coges una pieza y la
pones a la primera, no sabes cómo, pero todas van ahí donde piensas.
Además, me encantan los fondos marinos”, comentaba Demelza. Como decía
Capablanca, los grandes jugadores siempre tienen suerte. Ángel confesaba
en la entrevista en la mesa de prensa que “no se le daba bien la prueba
individual”. Un bicampeón de España. Menos mal que no se te da bien,
Ángel. Y como español que soy, mi alegría de que el premio haya ido para
vosotros es total.
Otro hito del mundial, aparte de la
altísima congregación de países y aficionados participantes, fue la
puesta en escena de la primera revista de AEPUZZ, todo un éxito de
contenidos y de respuesta por parte del público. Tengo que anunciar que a
partir del Número 2 seré yo el que la lleve, cogiendo el testigo de
Alfonso. Así que ya sabéis, si queréis aportar cosas, aquí estoy.
Personalmente, en la prueba Por Equipos The Six-Puzzlers nos las
arreglamos para acabar de colocar la última pieza del cuarto puzzle en
el último minuto de las ocho horas disponibles. Vamos, que fuimos los
últimos de los 18 equipos que acabaron los rompecabezas. Menudo estrés,
parecía que el amasijo de manos se estuviese jugando el primer puesto,
cuando solamente (o no) era el honor de finalizar. 18 de 87 equipos, lo
que no está nada mal.
En la prueba por parejas con Soraya Pérez,
no íbamos con metas preestablecidas porque no teníamos ni idea del nivel
que había. Con poco más de treinta y nueve minutos, finalizamos
séptimos de doscientos dúos y tercera mejor pareja española. Y eso que
en la imagen estaba mi amigo El Gran Tiburón Blanco y que era evidente
que necesitaríamos un barco más grande para montar ese puzzle. No sé si
quedarme con el quinto puesto de 2017 del Campeonato de España o éste,
pero ambos han sido nuestras cimas que espero que pronto sean superadas.
En un año Soraya ha pasado a ser de las mejores de España y favorita en
todas las pruebas gracias a una progresión tremenda que seguramente
seguirá en alza. Yo tiro de experiencia para suplir que mis neuronas ya
no van tan rápido, pero mi ejemplo es el de Viktor Kortchnoi, que en la
cuarentena desafiaba a Karpov en el Campeonato del Mundo de ajedrez.
En la prueba individual hice una primera media hora creo que perfecta,
sin errores ni pérdida de cadencia y tenía montado más de la mitad del
puzzle, salvo los temidos elefantes y parte de la maleza. Pese a que
tiré de estrategia para atacar a los Dumbos y clasifiqué piezas negras y
trompas, me lié con lo que ya en otras ocasiones he llamado el
“mortero” del puzzle, esas piezas que no son muy representativas de la
imagen y que son restos ciertamente inclasificables. Un problema que
aconteció a más gente por lo que pude averiguar. Lo que pudo haber sido
un récord personal en un puzzle primerizo subió a la hora y cinco
minutos, que no está nada mal, pero creo que podía haber quedado
bastante mejor crono. 21 puesto de 200 participantes, y 11 mejor
español. Es la hora de intentar bajar la hora como sea, valga la
redundancia. Tocará depurar estrategias y técnica.
Fuera de los
sabores competitivos, estos eventos quedan siempre salpicados por la
otra salsa de los viajes, anécdotas que permanecen en el imaginario
colectivo por muchos años. En la maratón, se ve que en mi equipo
Six-Puzzlers teníamos la tarde subidita de tono y llegó un momento en
que no se podía hablar ni mencionar ningún objeto alargado o cilíndrico.
No voy a decir nombres para retratar en público este bochornoso
proceder. Simplemente el próximo año el equipo se llamará The
Sex-Puzzlers, un nombre más adecuado.
En la prueba por parejas
el dúo vecino de Estados Unidos no se presentó y Alfonso acomodó a toda
prisa a otra pareja de españoles en lista de espera. Aunque en ese
momento yo estaba volteando piezas como un poseso y después montando el
marco para pasarle a Soraya material para torpedear con piezas,
escuchaba todo lo que comentaban al lado. Poder de resolución de
problemas a contrarreloj, el Ruso y Alfonso son unos Grandes Maestros.
Finalmente, la guinda del fin de semana. Tengo familia directa en
Valladolid, en concreto dos primos. Uno de ellos se pasó varios ratos el
Sábado y el Domingo por la Cúpula del Milenio. El Sábado no pudo hablar
conmigo porque no salí de la mesa de competición salvo media hora para
comer en el Studio 3, un bar ambientado en el cine que además de tener
nombre de programa informático, sirve unos revueltos de setas con gambas
que Chicote tiraría al wáter. El caso es que después de los concursos
del Domingo hice una última visita a casa de mi primo en Parquesol y vi
que en la mesa de la televisión estaba el puzzle de 500 de Educa de la
Prueba Individual del Ciudad de Valladolid de 2018, ese mapa de Adrian
Chestermann. Dado que ese puzzle es bastante raro, le pregunté dónde lo
había comprado. “Me lo vendió un chico en la Cúpula”, contestó. En esos
momentos las tuercas de mi cerebro empezaron a echar humo y pregunté
cómo era ese chico. “Con barba negra”, dijo. “Y me comentó que el puzzle
era fácil”.
Jose Luis Ruiz Ludeña, que sepas que le metiste un gol a un familiar directo mío…
Ayer vi la película de Alejandro Amenábar “Abre los ojos” de nuevo
(actores Eduardo Noriega, Fele Martínez y Penélope Cruz), tras años sin
haberla visionado. Para mí, la mejor película parida del cine español de
todos los tiempos. Para los cinéfilos, la versión hollywoodizada es
“Vanilla Sky”, protagonizada por también Pe y Tom Cruise. Yo creo que si
a mí se me ocurriese contratar los servicios de la empresa “Life
extension”, el empalme entre mi vida real y el sueño inducido después de
mi muerte se tendría que producir antes de un campeonato mundial de
puzzles. Soñar siempre con estos dos días, como en un eterno día de la
marmota, pudiendo mejorar tus actuaciones, creo que te hace también
convertirte en mejor persona.