Viernes 3 de Junio, 5:00 de la mañana.
Despertar, ducha rápida y
viaje en metro desde Hospitalet de Llobregat hasta la otra punta de
Barcelona para coger el autobús de ALSA rumbo a Madrid. El convoy sale a
las 7:00. Son casi ocho horas de viaje en las cuales me leo entero el
libro de David Vivancos Allepuz “Las jugadas intermedias”. Entre otros,
grande ese cuento de “Paridad” que demuestra la parida de ciertos
elementos lingüísticos de cuyos nombres no quiero acordarme. Veo la
película “Código fuente” en la pantallita que lleva el asiento – sin
sonido y sin subtítulos -, duermo algo y fantaseo sobre el día siguiente
con la excitación de lo desconocido. Llego a Madrid a las 15:00 de la
tarde, cojo el metro cargado con mi maleta y una valiosa valija de
cuatro puzzles encargo de una amiga. Destino: el barrio de Chueca,
Hostal Zamora. Me alojo y descanso una hora solamente, ya que hay agenda
apretada. Visita de cuatro tiendas de puzzles especializadas, paso por
el Museo del Prado y degustación del bocadillo de calamares de la Calle
Botoneras 6, al lado de La Plaza Mayor. Al final, como ya me pasó una
vez en un viaje de estudios con la disyuntiva de escoger ver en directo
un partido Bologna-Milán o la Torre Inclinada de Pisa, veo que no me da
tiempo a ir al Prado y escojo cenar bocata de calamares y visitar el
Museo del Jamón. La carne es débil. Bueno, el calamar, también. Decido
dejar la observación de los hitos puzzleros El Jardín de Las Delicias,
Los Fusilamientos del 3 de Mayo o Las Hilanderas para un hueco del
Sábado. Vuelvo al hostal y pongo la tele. La Superabuela de Gràcia
sentando cátedra. Suelto el mando.
Sábado 4 de Junio, 2:00 de la madrugada.
Despierto
con el brazo izquierdo inmovilizado por mi cuerpo y presa de un
espantoso hormigueo. La tele sigue en marcha. Pues sí que estaba
cansado, pienso. Con la apasionante Teletienda el hormigueo empieza a
remitir, pero en los dedos sigue remanente. Me alarmo pensando en
posibles e inoportunas reproducciones de mi túnel carpiano en pleno
concurso, pero luego pienso “al carajo”, y abro los ojos a las 7:00. El
móvil está en modo silencio, pero no para de vibrar. Cientos de mensajes
en el grupo de Whatssap de la Asociación Española de Puzzles. ¿Nadie
duerme ya? Me ducho, agarro la valija de puzzles y como buen afincado en
Cataluña, salgo a desayunar al Pans & Company de la Gran Via, que
no tengo tiempo de ir a Botoneras 6 a por otro bocata de calamares.
Mensajes de audio de mis hijos en el móvil “Papá, monta muy rápido el
puzzle”. ¿Quién soy yo para defraudarles después de mi catastrófico Por
Equipos de ajedrez? En pleno subidón paternal decido pasar del metro y
seguir los consejos de Arturo Pomar, así que recorro La Gran Vía, la
Cibeles, la Calle de Alcalá, paso por El Retiro y llego a la sede del
Campeonato, el Hotel Novotel Center de O’Donnell. Estoy sobreexcitado
pero trato de pensar en mantras de George Harrison y en La Undécima para
olvidar la competición, ya solo una hora distante. Entro en el hotel.
Veo caras que me suenan de perfiles de Facebook y Whatssap. Alguien me
reconoce y me saluda. Se rompe el hielo para los nuevos como yo. El gens
una sumus también vale para los puzzleros. Conozco por fin en directo a
Soraya Pérez Carayol, mi compañera de la competición por parejas,
después de haber preparado por Whatssap el torneo. Poco antes del inicio
del individual, abren la sala. Aquello es el Bernabéu. Confío en que no
me dé el miedo escénico de Jorge Valdano. Pantallas con cronómetros,
211 participantes y decenas de controladores con el peto verde fosforito
de la AEPUZZ. Entre ellos, una señora que me preguntó por Whatssap
desde Asturias por un puzzle de Brueghel. El mundo es un pañuelo.
El
speaker presenta el concurso. La tensión me viene de golpe. Tres, dos,
uno, ¡ya! Abro la caja con una torpeza inusitada (veinte segundos) y
volteo las piezas separando bordes en cinco minutos y medio. Demasiado
tiempo. Armo la maceta, los sombreros, el suelo de terracota. Cuando
ataco las hojas, advierto que la maceta está al revés y la volteo
pensando en mantras. Dejo las flores para el final, será el impulso
(este chiste es para gente de mi edad). Se dilucida el campeón cuando me
restan las flores blancas y parte del verde. Es clave no
desconcentrarse ni desanimarse con esos aplausos ni tener bajadas de
tensión, hay que quedar lo mejor posible y darlo todo. Clasifico en plan
anárquico algunas flores y enfilo la recta final colocando al toque.
Tengo desde hace dos minutos al lado a la controladora que me preguntó
hace meses por el puzzle de Brueghel. Acabo. Noveno puesto. Me confirman
que he sido el mejor debutante. No puedo describir lo que siento en
esos momentos. Habría firmado quedar entre los quince primeros antes de
la prueba. Tengo que salir de la sala para calmarme.
Durante unos
minutos doy vueltas por ahí e intento digerir el inesperado éxito.
Conecto el móvil para hacer un poco de community manager de mí mismo,
que la hinchada de Barcelona espera noticias (bueno, seguro que están
preparando la paella o la calçotada antes que seguirme, pero de ilusión
también se vive). Suena mi aparatito. A veces algún cliente me llama el
fin de semana y el número que reluce en la pantallita no me suena, así
que pongo voz de operadora, “Alejandro Darias de Aridar, dígame”. Es
Conchita (COPS en este foro), la destinataria de los puzzles de mi
valija diplomática. Adopto mi voz normal de nuevo. Me está buscando por
la sala justo por el único ángulo muerto existente y nos encontramos los
dos con el celular en la oreja. Típica situación cómica de los tiempos
actuales. Le entrego cuatro rompecabezas incunables adquiridos en el
Poble Sec, Vilanova i La Geltrú y El Prat mediante Wallapop. Sí, durante
mis visitas profesionales también investigo tiendas donde puedan vender
puzzles. En una cafetería, hablamos de las grandezas y miserias de la
vida del freelance. Nos despedimos. Es cerca de la una del mediodía y
decido ir a la cercana tienda de puzzles J de Juegos a revivir el cuento
de la Cenicienta puzzlera. Cada participante del Individual – y por la
tarde, del Por Parejas – ha recibido una pieza suelta de un puzzle de
1000 piezas, adherida a una tarjeta postal con dedicatoria manuscrita, y
si encaja con el ejemplar colgado en el escaparate de la tienda se
llevará la intemerata de regalos… Mi pieza se transforma en calabaza y
desaparece envuelta en estrellas cuando se halla frente a frente al
puzzle incompleto. Bueno, creo que eso de las estrellas es producto de
la cerveza que me ha afectado más de la cuenta, y es que llevo
quinientos años sin beber. Justo cuando me propongo darme un salto al
Prado para visitar algunos de mis obras de arte favoritas, me encuentro a
Soraya Pérez Carayol y a su familia en la tienda. “¿Te vienes a comer
con nosotros?”, dicen. “Sí”, contesto, “y hay que repasar las tácticas
de esta tarde”, añado. El Bosco se revuelve en su tumba y Velázquez hace
novillos del Ministerio del Tiempo para recriminarme el poco respeto
que tengo por su obra. Le contesto al maestro que no se queje, que dos
de los tres puzzles de 10000 piezas de Educa son reproducciones de sus
lienzos – Hilanderas y Las Lanzas - y lo mando a pintar bisontes a
Altamira. En fin, para no aburrirles más, y como viene siendo habitual
en mí, cambio la cultura por un par de huevos estrellados con patatas.
Agua mineral, que soy muy pofesional. Esto es como tomarse una tarta de
chocolate y un café con sacarina para adelgazar. Cultura de desayuno y
tres platos de almuerzo, como decía un muñonero. Sé que se recomienda el
pescado azul antes de cualquier desgaste mental, pero qué cojones…
Sobremesa y vuelta al hall del hotel, que se empieza a llenar de
participantes.
En la previa al pistoletazo de salida y ya con la
imagen del lateral de la caja a la vista, Soraya y yo hablamos de cómo
debemos clasificar, después de repasar la estrategia general. Me las doy
de agorero y sentencio “acabaremos con el agua, que es lo más difícil”.
Se da el pistoletazo de salida y, por supuesto, el agua es lo primero
que acabo. Llevamos un ritmo frenético en los primeros veinte minutos
encajando piezas al toque y ya me imagino rodeados de cámaras y coronas
de laurel, y siendo entrevistados por Matías Prats y protagonista de
memes, hasta que le llega el turno a la vegetación con cachirulos
amarillos. Hay zonas que no las saco ni jarto vino. Prometo a mis amigos
canariones seguidores de la UD Las Palmas, que esta vez el amarillo no
tiene nada que ver con mi quebranto. Soraya, mientras tanto, ha acabado
el pueblo italiano al pie de una montaña sin despeinarse y acude al
rescate. Lo primero que hace es voltear un grupo de cuatro piezas 90
grados que me tenía loco y encajarlos bien, resolviendo la mitad de mi
entuerto en dos segundos. Se deshace el bloqueo, aceleramos de nuevo y
acabamos a ritmo frenético. Octavos de 248 participantes. La pareja de
rusas – actuales campeonas de Europa - nos han superado por 29 segundos.
Otro subidón, algo mitigado - pero muy poco, ¿eh? - por lo cerca que
estuvimos de ser los mejores debutantes y de poner en aprieto a las
superestrellas.
En la entrega de premios, un servidor tiene que
subir cuatro veces al escenario a recoger premios (dos con Soraya), para
jocosidad de los presentes. “Hombre, Alejandro, cuánto tiempo sin
verte”, me dice el speaker a lo Pepe Reina a la tercera vez que subimos a
recoger el premio al octavo puesto de parejas. La ley de la
conservación de la materia se cumple: Acudo a Madrid con cuatro puzzles y
regresaré a Hospitalet con cinco. Cuatro de regalo y el de la prueba
individual. Aparte de muchos detalles como llaveros de la AEPUZZ, un
delicioso puzzle de madera de una emprendedora que apuesta por la
comercialización de su afición para salir adelante (grande esta gente
tan valiente). Mientras regreso al hostal, soy consciente de que el día
que ha pasado será inolvidable. El brillo en los ojos de tanta gente que
ha venido desde todos los rincones de España quedará imborrable en mis
retinas. En mi habitación, conecto la tele. María Pujalte y Ernesto
Alterio protagonizan un plagio de “El graduado”. O de la telenovela
“Cristal”, no puedo analizarlo bien. De súbito,la pantalla del televisor
aparece dividida por 500 piezas de puzzle de la marca Ravensburger.
Cierro los ojos.
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ADM-Soraya Pérez-Su Domímguez - Alba Navarro - Azucena Esteban |
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Octavo puesto en parejas |
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Los dos puzzles del concurso |
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La Cibeles |
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Las Torres Blancas |